LA PRUEBA BIBLIOGRÁFICA
Parte 1
Cuando los cristianos defendemos la Biblia ante los ateos o enemigos del cristianismo, asegurando que las Escrituras sagradas son un Libro “confiable”, o cuando deseamos convencerlos de que la Biblia es Palabra de Dios, es de entenderse que no podemos argumentar dentro del campo de lo sobrenatural, teológico o religioso, usando como evidencias la inspiración divina o la inerrancia, ya que ellos no nos tomarían en serio. Pero, podemos presentar nuestra defensa o explicar nuestra confianza en la Biblia, demostrando que la Biblia cómo “documento histórico” es plenamente confiable.
Recordemos que algunos ateos se regodean en decir que, La Biblia es un cuento o una fábula para adultos, que es un libro mitológico, ya que no pudo ser cierto que el Mar Rojo se dividiera para que cruzaran los israelitas, no pudo ser cierto que el sol se haya detenido ante la orden de un guerrero, no pueden ser ciertos los milagros y exorcismos que se describen, ni tampoco pudo ocurrir la resurrección ya que esto viola las leyes de la naturaleza. Los más respetuosos dirían que es un libro antiguo de historia. Por tanto, no se puede confiar en un libro que cuenta tantas fantasías. Incluso, uno de los argumentos favoritos para desacreditar las historias de la Biblia, es decir, que en aquellos siglos en que esta se escribió, la sociedad no tenía el conocimiento científico que hoy se tiene para explicar eventos extraordinarios de la naturaleza. Así que, aquellos pueblos arcaicos, en su ignorancia, estos eventos extraordinarios se los atribuían a las deidades, por esa razón es que los hombres crearon muchos dioses, a Zeus como dios del trueno, Poseidón fue el dios del mar, los aztecas crearon a Tláloc dios de la lluvia, y Quetzalcóatl era el creador de los hombres. Así que (dicen ellos) casi todos los dioses creados por la imaginación humana tienen su explicación en la ignorancia de, cómo funciona la naturaleza, sus leyes y los fenómenos que los rodean. Los misterios del funcionamiento del cuerpo humano y del universo también los antiguos los atribuían a divinidades. Pero en la actualidad, con la ciencia y la tecnología tan avanzada que tenemos, no podemos creer en esas cosas, ni tampoco en la Biblia, porque es tan antigua como esos mitos.
Así que; el primer paso es, demostrar que; aunque la Biblia sea un libro muy antiguo, eso no la descalifica en ser un Libro confiable en su contenido, ni tampoco debe de ser equiparada con libros mitológicos de diferentes culturas. Así que en los próximos artículos nos dedicaremos a presentar las razones por las cuales podemos confiar plenamente y resueltamente en la Biblia como un documento histórico, ya que su contenido es verificable incluso con algunas ciencias. Pero aclaro que, no verificaremos sus historias, sino su calidad de “documento histórico”. Y para este artículo nos dedicaremos únicamente al Nuevo testamento.
Si hemos de someter la Biblia a prueba como documento histórico, lo justo es que sea sometida bajo el mismo criterio con el cual son probados todos los documentos históricos. Tal como se sometieron a prueba los documentos de Plinio el joven, de Josefo, de Aristóteles, de Julio César, etc. Para el criterio de prueba de documentos históricos se usan tres principios básicos en la historiografía, y son los siguientes:
La prueba bibliográfica.
La prueba de la evidencia interna.
La prueba de la evidencia externa.
La prueba bibliográfica de la confiabilidad del Nuevo testamento.
Una inquietud legítima sobre la Palabra de Dios es, ¿Cómo podemos estar seguros de que lo que se escribió en el Nuevo testamento hace 1900 años, no fue cambiando gradualmente a lo largo de los siglos, mientras se hacía una copia de otra copia, hasta llegar a nuestros días?, muy independiente de que los copistas tuvieran cuidado al copiar, o quizás, ¿Qué tal si uno u otro no era un copista tan integro como los demás? Y me atrevo a decir que, no estaría mal si un genuino cristiano se hiciera esta pregunta. Precisamente la prueba bibliográfica nos libra de esa duda, ya que esta consiste en realizar “un examen de transmisión textual”, para ver cómo es que llegaron documentos tan antiguos hasta nosotros íntegramente cómo fueron escritos. Se entiende que; los documentos originales, evangelios y epístolas, desaparecieron con los años por que el material (Papiros) no era duradero [Ver el artículo anterior sobre el tipo de material que se usó para escribir la Biblia] y al no tener los documentos originales, solo se conservaron copias, y algunas de ellas, son copias de copias, así que tuvieron que existir muchas copias, pero, ¿Acaso todas ellas… fueron fieles en su transmisión?
Pues la respuesta inmediata es “NO”. No todas las copias existentes son idénticas al original. Existen diferencias en las copias que han subsistido. Diferencias entre las copias y el original y diferencias entre copias y copias que se conservan. Para comprender, resolver y darnos una respuesta se creó una disciplina académica llamada “Critica textual”. La crítica textual es aquella que consiste en la comparación y análisis de los diferentes manuscritos del Nuevo Testamento que se hallaron a lo largo de los últimos siglos. Se trata de ver qué manuscritos contienen cierta palabra, versículo o pasaje y cuáles no. Por consiguiente, la crítica textual no se pregunta si la Palabra de Dios es verdadera o no. Su pregunta esencial es, ¿Cuál habrá sido el texto original que escribió el autor de la carta o del evangelio? Y en este campo de estudio existen personas que con malicia siembran dudas sobre la fidelidad del texto bíblico, otras desean sembrar confianza. Pero, más allá de las intenciones de cada crítico, se sabe que la crítica textual ha llegado a contabilizar entre 150,000 y 200,000 diferencias conocidas como “variantes textuales”. Pero no os asustéis, ya que hay una explicación para estas diferencias. Primeramente, sepamos que el tipo de errores de los que estamos hablando son errores que se cometen al realizar una copia escrita (error humano que hasta el día de hoy el mejor escritor puede cometer) cómo sucede cuando un estudiante transcribe de un libro a su libreta algún extracto, o cuando escribe de un dictado. En segundo lugar, había errores que consistían en que (como sucede en todo lenguaje — en este caso ejemplificaré con el español) existen palabras muy similares que se diferencian por una letra, como es el caso de “cosiendo” y “comiendo”, el escritor pudo haberse equivocado en colocar una “m” en lugar de una “s”, ya sea al leer, cuando la copia la veía él, o al escuchar, cuando había dictado. Muchas palabras fueron escritas mal por este tipo de errores. Ambos tipos de errores se clasificaban como errores intencionales o errores involuntarios. Quizás alguien piense “Sea involuntario o intencional, ¿Acaso no son muchísimos errores como para confiar en el Nuevo Testamento?, ¿Cómo saber si acaso en esos 200,000 errores no nos cambiaron las enseñanzas de Jesús o la doctrina de los apóstoles?, Quizás Jesús nunca se autoproclamó Dios, quizás la enseñanza sobe el bautismo en agua está cambiada, quizás no existió un tal Saulo de Tarso. ¿Cómo manejar estos cuestionamientos?
Pues para consuelo nuestro, Geissler y Nix hacen el siguiente comentario respecto de cómo se cuentan las variantes textuales: “Existe ambigüedad al decir que hay unas 200,000 variantes en los manuscritos existentes del Nuevo Testamento, puesto que estas representan únicamente 10,000 lugares en el Nuevo Testamento. Si una sola palabra es mal escrita en 3000 manuscritos diferentes esto se considera como 3,000 variantes o lecturas”. Pienso que muchos no comprenderán esto, así que permítanme hacerlo más entendible para ustedes, si se tratara de examinar un acta de nacimiento de una persona, que se escribió hace 200 años, y no contamos con el original, y existieran 10 copias de la misma acta, y al examinar las copias de esa acta de nacimiento, y se encontrará un solo error, el cual estuviera en el nombre de la persona, por cuánto hay 10 copias de esa acta, en lugar de contabilizar un error, están contando 10 errores. Eso es lo que están haciendo cuando dicen existen 200 mil errores, cuando en realidad solo son 10,000 porque estamos hablando de que son muchas copias del mismo extracto en dónde se encontró el error textual. — Y ¿Qué podríamos decir si el error o errores en esos 10,000 lugares del Nuevo Testamento son relevantes, si llegasen a ser clave para entender una doctrina de la iglesia?
A esto Geissler y Nix añaden que, “Solamente alrededor de una octava parte de todas las variantes tenía algún peso, ya que la mayoría de ellas son asuntos meramente inconscientes, tal como de deletreo o de estilo. Del total entonces solamente alrededor de un sesentavo no significa más que trivialidades, o puede con alguna razón llamarse variaciones triviales”. Matemáticamente esto significaría que el texto es puro en un 98.33%. Permítanme traerles esto a un nivel más accesible. Aun considerando esas 10,000 variantes, la mayor parte de ellas no son relevantes como para preocuparnos, ya que volviendo al ejemplo del acta de nacimiento. Sí en esta acta de nacimiento, se encontrarán 10 errores, pero 8 de ellos no fueran significativos porque no alteran el contenido importante del acta de nacimiento, no le prestaríamos demasiada atención a dichos errores. Por ejemplo, si estos 8 errores fueran los siguientes: En lugar de que el artículo “del” se escribiera bien, apareciera como “de” faltando una “L”, y en lugar de que la palabra “ciudad” estuviera escita “ciuda”, y en lugar de que el nombre propio de la persona apareciera con la primera letra en mayúscula aparece con minúscula, sabemos que este tipo de errores no altera el contenido vital del documento, sino que son variaciones triviales.
Y la razón por lo que se están considerando estos errores como triviales, es porque nos podemos dar cuenta que estos errores textuales no perjudican a la doctrina cristiana. Cómo dijo Sir Frédéric Kenyon, quién es una de las grandes autoridades en el campo de la crítica textual del Nuevo Testamento: “Ninguna doctrina fundamental de la fe cristiana descansa sobre una lectura en disputa”. Referencias constantes a errores y divergencias de lectura, semejantes a las que son necesarias en el plan de este libro, podrían dar origen a la duda de si la sustancia, lo mismo como el lenguaje de la Biblia, no estarían abiertos a la duda. “Estamos en condiciones de afirmar con toda firmeza que, en sustancia el texto de la Biblia es veraz: Especialmente esto es cierto en el caso del Nuevo Testamento. El número de manuscritos del Nuevo Testamento de antiguas traducciones del mismo, y de citas de él en los escritos más antiguos de los escritores de la iglesia, es tan grande que es prácticamente seguro que la verdadera lectura de cualquier pasaje dudoso haya sido preservada en algunas de estas autoridades de la antigüedad. No puede decirse esto de ningún otro libro antiguo en el mundo”.
Y algo demasiado maravilloso cómo para ignorarlo, es que, como lo mencioné al principio, si hemos de examinar la Biblia de manera justa, tenemos que examinarla de la misma forma que se examina cualquier otro documento histórico para aprobarlo como un documento confiable. Y lo maravilloso del Nuevo Testamento es que cuando se compara con otros libros antiguos que han llegado hasta nosotros, cómo los textos griegos y romanos de Sófocles, Tucídides, Cicerón y Virgilio, el conocimiento que tenemos de sus escritos depende de un mero puñado de manuscritos, lo cual hace más difícil la verificación, o por lo menos, muy limitada. Mientras que de los manuscritos del Nuevo Testamento se cuentan por cientos y aún por miles. Benjamín Warfield dijo: “Si comparamos el estado presente del texto del Nuevo Testamento con el de cualquier otro escrito antiguo, debemos declararlo maravillosamente correcto”. Tal ha sido el cuidado con que ha sido copiado el Nuevo Testamento — cuidado que indudablemente ha nacido como producto de una genuina reverencia por sus santas palabras —. Tal ha sido la providencia de Dios al preservar para su iglesia en cada una y en todas las épocas, un texto competentemente exacto de las Escrituras que, no solamente es el Nuevo Testamento sin rival entre los antiguos escritos en cuanto a la pureza de su texto tal cómo ha sido transmitido actualmente y puesto en uso, sino que también en la abundancia de testimonio que ha llegado hasta nosotros a modo de compensación por sus comparativamente pocas frecuentes fallas”. Nuevamente recurro a la analogía para ayudarles a comprender qué, no podemos tomar con ligereza el examen que ha pasado el Nuevo Testamento en el filtro de documentos históricos. Y para esto la siguiente comparación es importante… continuando con nuestro ejemplo del acta de nacimiento… Sí tuviésemos que estar seguros que las copias del acta que tenemos en nuestras manos, es una copia idéntica de la original que se escribió 200 años atrás, entre más copias allá más fácil podremos ejercer la crítica textual, nos daremos cuenta si todo lo que se copió contiene errores y cuántos contiene y qué tan importantes son estos errores; si son o no sustanciales (variantes textuales). Pero ¿Cómo nos daremos cuenta? Sencillo. Sí tenemos 10 actas, cada una de ellas fue copiada a mano, entonces al comparar las 10 probablemente una de las 10 tengo un error en el nombre de la persona, pero si las otras nueve tienen el nombre bien, entonces el error del nombre de un acta no nos perjudica porque hay nueve que nos ayudarán a corregir e identificar el error de esa “una”. Si de las 10, dos de ellas omitieron el nombre de la ciudad, pero las otras ocho actas si tienen el nombre de la ciudad, el error es salvable, podemos recuperar el nombre de la ciudad que en dos actas no aparecen. Sí tres actas en lugar de decir “nació”, dicen “nací”, sabemos que gracias a las otras siete en dónde si aparece la palabra correcta “nació” podemos detectar y corregir el error de esa palabra “naci”. Entonces, gracias a la gran cantidad de copias que hay, la corrección y recuperación del contenido original del documento es mucho más fácil. Con este ejemplo, espero que puedan dimensionar en su mente la importancia de que haya más copias o en su caso, la dificultad de que haya pocas copias.
Entendido esto ahora sabremos porque el gran erudito F.F. Bruce nos dejó escrito en su libro Documentos del Nuevo Testamento: “Tal vez podamos apreciar la riqueza del Nuevo Testamento en cuanto a testimonio manuscrito si comparamos el material textual para obras de la antigüedad histórica. Para las Guerras de las Galias, de César, (compuesta entre los años 58 y 59 A.C.) hay varios manuscritos en existencia, pero únicamente 9 o 10 son buenos y el más antiguo es de unos 900 años posterior a César. De los 142 libros de la historia romana de Livio (59 A.C. – 17 D.C.) solamente sobreviven 35; estos han llegado hasta nuestro conocimiento a través de no más de 20 manuscritos de alguna importancia, solo uno de los cuales que contiene fragmentos de los libros III-VI tiene una antigüedad que llega al siglo cuarto. De los 14 libros de las historias de Tácito (100 D.C.) sobreviven solamente cuatro y medio; de los 16 libros de sus Anales; sobreviven 10 completos y 2 en parte. El texto de estas porciones existentes de sus dos grandes obras históricas depende enteramente de dos manuscritos; uno del siglo noveno y otro del undécimo. La historia de Tucídides (460 – 411 A.C.) ha llegado hasta nosotros a través de 8 manuscritos; el más antiguo de los cuales pertenece al 900 D.C. y unos pocos fragmentos de papiros pertenecientes alrededor del comienzo de la era cristiana. Lo mismo es cierto respecto de la historia de Heródoto (488 – 428 A.C.).
Todas estas obras literarias antiguas, que han llegado a ser académicas, quedan eclipsadas ante la cantidad de copias existentes del Nuevo Testamento que se han salvado y han llegado hasta nuestros días; ya que se cuenta con más de 5000 copias del Nuevo Testamento. F.F. Bruce dice: “No existe un cuerpo de literatura antigua en el mundo que goce de tal riqueza de buena atestación textual como el Nuevo Testamento”. J. Harold Greenlee dice: “El número de manuscritos del Nuevo Testamento que tenemos a nuestra disposición es abrumadoramente mayor que los que hay de cualquier otra obra de literatura antigua”. F. J. A. Hort con toda justicia añade que… “En la variedad y plenitud de la evidencia sobre la cual descansa el texto del Nuevo Testamento, este queda como un caso excepcional y ventajosamente único entre los escritos que profesa la antigüedad”. Así que, después de analizar lo que la critica textual nos dice sobre el Nuevo Testamento como documento histórico y ver como la prueba bibliográfica de la historiografía es aprobada sin dificultad alguna, podemos decir que la Biblia cristiana es totalmente confiable.
Dejo hasta aquí mi artículo, pero no porque no haya más argumentos a favor, de ninguna manera, porque queda mucho por agregar. En este artículo no estoy incluyendo los manuscritos de eruditos de la iglesia primitiva, quiénes en sus escritos incluyeron extractos del Nuevo Testamento, ni tampoco otro tipo de libros extra bíblicos que contienen citas, ni libros apócrifos, y que, si solo contáramos con estos para nuestro análisis, sería posible reconstruir la mayor parte del Nuevo Testamento. Pero lo esencial se ha dicho. Así que, concluimos esta primera parte, destacando que la gran ventaja de contar con una gran multitud de manuscritos incrementa la posibilidad de reconstruir el documento original del Nuevo Testamento. En artículos posteriores estaremos hablando de los siguientes dos principios básicos de la historiografía que son, la prueba de la evidencia interna y la prueba de la evidencia externa.
¡Es un honor poder servir a los hijos de Dios hermano! Bendiciones.